Debatir sobre un tema tan álgido, espinoso y actual como la Seguridad Pública, es casi un imperativo de la hora. Esto debe ser entendido, como un sistema de protección de derechos y libertades. Con tal motivo, estas dos cualidades ó factores, vienen a ser cuestiones complejas no fáciles de resguardar, toda vez que son defendidas por actores sociales concretos, quienes van siempre en búsqueda de nuevas libertades para normatizarlas en nuevos derechos.
Si se considera, que contrastar la conducta del individuo con la normativa y las costumbres propias, habrá que previamente hacer una completa valorización conflicto, siempre dinámico y cambiante, sopesando en qué grado afectará intereses y derechos.
No se trata de proteger el orden establecido sino de derechos y libertades Allí aparece la necesidad imperiosa de vincular las políticas educativas con la seguridad pública como herramienta indispensable para concientizar a toda la sociedad.
Dicho esto, por cuanto asistimos a un evidente y creciente disvalor ó depreciación del valor libertad frente al valor seguridad, como la constante de la época que se puede en el tiempo tratar de revertir. Se mantiene una concepción del orden urbano muy positivista, agregadas las secuelas autoritarias que dejara el estado terrorista que arrasó el país hace 34 años.
Por lo tanto, urge repensar los paradigmas del presente para de ese modo, elaborar nuevos modelos de seguridad, que respondan a las demandas actuales que la sociedad reclama. Reconocer quienes
somos en nuestro contexto regional y social, puede ser la clave para que surjan los necesarios cambios y reformas que requieren los sistemas de seguridad de esta modernidad, vendría a ser la
única forma de reconstruir ciudadanía y democracia en una comunidad.
En este caso, uno de los ejes básicos para iniciar esta tarea, será la de la Educación, a través de un abordaje integral y, muy en particular de menores y jóvenes como los sectores sociales más vulnerables, a través de políticas amplias y móviles, que permitan disuadir y erradicar hábitos y comportamientos perniciosos, reñidos con las buenas costumbres y no pocas veces con la norma punitiva en vigencia.
Y lo más importante: cuando más se profundiza el ejercicio de las libertades públicas, mayores son los conflictos que se deben enfrentar y resolver por una sociedad adulta a través de sus poderes públicos.
- Lic. Paola Mabel Yañez
Profesora Universitaria.
Licenciada en Ciencias de la Educación (UNSa)
Mediadora Autora del Proyecto «Hacia una mediación social y ciudadana».
Directora de la ONG C.E.A.P.R.E.(Centro Educativo –Pedagógico).