“El Tribuno es el brazo periodístico de un grupo económico-político”. Excelente definición del gobernador Urtubey, si la hubiera dicho por lo menos algunos años atrás. Curiosa conveniente semejanza con su actual enrolamiento político. Sospechoso caso de plagio en consonancia a la lucha del Gobierno Nacional con el poder monopólico de Clarín. La pelea Urtubey-Tribuno es cuando menos, una ridícula comedia política-mediática de las dos partes.
El uso actual político del El Tribuno profundiza su descrédito con su nuevo grotesco papel de opositor y actual revelador de una pobreza en Salta que, para este medio, no existió durante la última década. Pero el tema de la disputa deja un saldo mucho más grave para el periodismo.
Se trata del manejo empresarial de Horizontes S.A, como editora de El Tribuno. De la mano de sus segundos al mando (antes Bernardo Rabinowicz, hoy Francisco Sotelo) se sigue expulsando a la cloaca los pocos retazos del crédito o prestigio que alguna vez tuvo para sus lectores. Una debacle que comenzó al final de la era Roberto Romero con las ambiciones de poder político y económico de Juan Carlos Romero.
¿Ataque a la prensa?
Aquí no hay ataque a la prensa, sino dos poderes políticos en disputa. Nadie puede creer que está en juego la libertad de prensa y de expresión. Esta pelea es apenas la pantalla o la excusa. Por un lado está el accionar de un Gobierno absurdo continuador del régimen romerista con un manejo institucional propio de burócratas, y un ex Gobernador que se siente traicionado por un ex súbdito.
“El Tribuno es utilizado como una herramienta política y no periodística”, dijo la gremialista de prensa Alejandra Paredes. Es asi y mucho más. El viejo matutino de Limache o lo que hoy subsiste de él, hoy es tan solo una marca o un producto. Con sus cambios no son editoriales sino de signo político, nunca como en estos tiempos, sus lectores fueron tan manipulados.
Ciertos medios de comunicación y sus lectores, hoy aparecen como rehenes de políticos de ambiciones sin límites. Sus apetencias ya no son sólo económicas, sino de un superlativo poder político. Porque hace unas cuantas décadas tanto las familias Romero como Urtubey. acumularon poder y riqueza a raudales desde el Estado, tanto como para sostener sus dinastías familiares por centurias.
Producto, envase y contenido
Tal es así que hoy la empresa Horizontes, editora de El Tribuno, a esta altura no cambia de línea editorial porque no tiene. Hace un viraje empresarial o cambio de rubro. Ahora habría que hablar en términos de producto editorial. El envase y la etiqueta es el mismo, y el contenido del matutino es otro. La discusión no debería estar centrada es en términos periodísticos. Sencillamente, porque no admite una teoría periodística. Su accionar despedaza la teoría más infantil de la tan mentada ética periodística, que puede encontrarse en la primera página de cualquier libro sobre periodismo.
En este sentido, su viraje opositor es tanto o más increíble que el de Clarín a nivel nacional. Por suerte quedan cada vez menos ilusos que no se den cuenta. El agitado debate que se viene dando sobre el rol de los medios, está tan instalado en la República Argentina y los lectores no pueden ser incautos. Hoy existen cientos de medios y radios digitales y herramientas informáticas al alcance de la mano como para dividir las aguas.
El actual matutino de la familia Romero hace un uso político de su libertad de empresa y no de prensa. Sería como decir: El producto Tribuno hasta ayer era un fabricante de mentiras; hoy es un fabricante de chorizos. Y es por eso que la acción política del producto que contiene el matutino, en notas y denuncias sobre la pobreza y desidia en la Provincia, ya no sorprende.
Suena increible, pero su papel «opositor» hoy coincide con esa cruda realidad que siempre se denunció a través de Salta Libre. En cierto punto es tragicómico y en el fondo produce hasta cierta pena.
Semejanzas con el Grupo Clarín
En el aspecto laboral El Tribuno se parece también al desacreditado diario del Grupo Clarín. Es decir sigue los mismos pasos. No permite la sindicalización de sus trabajadores de prensa, ni la libertad de opinión de sus periodistas. Por ende están sometidos a un régimen laboral que un escarnio porque no puede luchar por sus derechos. Y me pregunto: ¿En este contexto laboral, un periodista que trabaja bajo temor y presión sicológica por no perder su puesto, puede escribir sobre injusticias y libertades?.
Reitero, en que en los últimos tiempos de forcejeos y luchas político-periodísticas, nunca los lectores fuimos tan manipulados. Otra pregunta sería: ¿Cuál será el costo que pagaremos los periodistas de este enfrentamiento instalado? Porque es bien cierto que se percibe un cambio respecto a las empresas periodísticas que estufieron históricamente relacionadas con las corporaciones y grupos políticos-económicos.
Lamentablemente de este dislate de grupos corporativos, monopólicos o hegemónicos, ha hecho que la prensa crítica, independiente y/o alternativa, sea puesta en tela de juicio, prejuzgada y desacreditada.
Mientras los monopólicos agonizantes dan sus últimos manotazos de ahogado, el rol de la prensa tiene una exposición sobredimensionada. Lamentablemente, la credibilidad periodística está hoy a merced de los vaivenes de enfrentamientos políticos-empresariales.
Esta puja trasladada a nuestra aldea, resulta una paradoja política.
Juan Manuel Urtubey y antes Juan Carlos Romero, crecieron en política y riqueza acostumbrados a la propaganda del “diario de Irigoyen” como los fue siempre El Tribuno para los últimos gobiernos. Entonces el actual Gobernador tiene un difícil panorama mediatico de aquí a cuatro años.
Sino termina arreglando con Romero -lo que sería lo más probable- no le quedará otra que aprender a convivir con “el brazo periodístico de un grupo económico-político” en contra. Ese tercer brazo que fue como parte de su cuerpo. De él, nunca se quejó y tampoco nunca denunció complicidad alguna. Hasta hoy que lo tiene en contra.