El abuso vengativo de la Juez Marta Bossini de Aguilar contra el periodista José Agüero Molina destapó una realidad que asusta: según un informe privado, realizado a lo largo de 4 años sobre casi 2.000 casos, el 59 % de los juicios se prolonga por errores atribuibles a los jueces, aumentando los costos y disminuyendo las posibilidades de justicia para miles de salteños. A esta situación se suma el papel que cumplen los sicólogos y siquiatras del Poder Judicial, siempre listos para lapidar a alguna de las partes en beneficio del proceso. ¿Quién controla a los jueces? En la práctica, no los controla nadie, lo que genera suspicacias que la Corte ignora. «Ellos manejan la instrucción, las actas, los expedientes y hasta a la Policía. Son como dioses, pero estúpidos», dispara el periodista al que le quitaron los hijos en represalia por un artículo que publicó Salta Libre.
«En tiempos remotos, elegir en quién creer era una cuestión sencilla, pues sólo estaban Dios y su Iglesia. Hoy, en cambio, existe una multitud de pequeñas divinidades delicadas y frágiles, cuya fortaleza depende de nuestro consentimiento tácito en no discutirlas. Algo de eso ocurre con los jueces, con sus secretarios, con sus asesores de incapaces y con sus siquiatras y sicólogos, variopinto ejército de pequeños seres a los que mantenemos con nuestros impuestos para que, en la generalidad de los casos, nos hagan la vida imposible», dice el periodista José Agüero Molina, decidido a combatir contra los molinos de viento que se llevaron a sus hijos.
Para el periodista, autor de una treintena de libros, «Nos hemos acostumbrado a aceptar como inevitable la etiqueta que nos cuelgan los supuestos peritos, quienes analizan en el mejor de los casos una pequeña porción de nuestras vidas, una coyuntura desgraciada, y dictaminan lo que somos y lo que haremos, con un determinismo que nada tiene que ver con la dinámica de la vida real».
Lo grave, lo gravísimo, es que las pericias suelen ser tomadas por los jueces como «palabra santa» y ser la base con que se quitan, se entregan, se arruinan y se llevan vidas de un lado al otro, sin precaución ni responsabilidad.
Para los abogados que ya llevan años recorriendo los tribunales, no es ninguna novedad que «cuando usted entra al sistema judicial, cuando salga ya no será el mismo; es como caer dentro de una picadora de carne». Lo dice la experiencia, para cualquiera que la haya pasado
.
«Pero lo peor», dice el periodista, que impulsa la creación de una Asociación Civil de Defensa contra el Sistema Judicial, «es que ellos tienen todo el manejo del proceso, desde la instrucción de los expedientes, el asiento de las actas de las audiencias, el trabajo de los peritos y hasta de la policía, con lo que aseguran una impunidad casi absoluta, más aún si consideramos el escaso interés que tienen las instancias de control para castigar a los funcionarios con rango de Juez; tienen que ser muy, pero muy torpes, pero por lo general las denuncias caen en saco roto».
Nadie controla a
los jueces de Familia
Como se recordará, la Juez Marta Bossini de Aguilar, furiosa porque un artículo de Salta Libre publicó en referencia a que es esposa del «famoso Manco Aguilar», un controvertido personaje del gobierno de Hernán Cornejo, cargó su venganza contra el periodista que litigaba la tenencia de sus hijos en el Juzgado de Familia N° 1 y lo hizo con una saña tal que sorprende incluso a sus pares. «No es una mala jueza», nos dice un Juez de Familia con estricta reserva de su identidad, «pero tiene muy deterioradas sus facultades mentales, eso lo sabe todo el mundo en la Ciudad Judicial, pero nadie hace nada porque Marta mantiene sólidos lazos con la Curia local».
Y ella sigue, viento en popa. Durante el proceso que terminó en la quita y ocultamiento de los hijos del periodista, la juez Bossini incumplió los incisos 3°, 5°, 6° y 10° del Art. 17 del Código de Procedimientos, ya que estaba impedida de actuar en el caso por haber sido denunciada penalmente por Agüero Molina.
El apartamiento de un magistrado en estas condiciones no sólo es recomendado por el Art. 30, sino que el Art. 32 expresa textualmente que la falta de excusación será causal de mal desempeño, en los términos del Art. 155 de la Constitución provincial y de la Ley de Enjuiciamiento de Magistrados.
Pero eso no es todo. La Juez Bossini incumplió el Art. 34 del mismo Código en sus incisos 4° y 5°, el Art. 36 en su inciso 2° y el Art. 152 referido a la antelación con que debe citar a audiencia, ya que en vez de los 3 días mínimos que marca el Código, ella citó a Agüero Molina con sólo unas horas de diferencia, engañándolo de modo expreso con relación al motivo de la audiencia. «De esta manera, uno ve reducidas al máximo sus posibilidades de defensa», dice.
«Por lo demás, las resoluciones tienen innumerables errores ortográficos, como escribir Paragüay en vez de Paraguay, o utilizar palabras inexistentes, como «querulante», un adjetivo que me impuso y que nadie sabe qué significa. Su animosidad es tan extrema, que en la Resolución con la que intenta justificar un abuso injustificable, expresa que no hace falta que los hijos vivan con el padre y que no vale la pena prestar atención a las demandas de los chicos, pues ello sería fortalecer la posición del papá. Insólito, pero cierto, así se manejan las vidas de las personas en esta provincia».
¿Y qué dice la Corte a todo esto? Nada. Silencio de radio. En la Superintendencia se excusan aclarando que el imperio de los jueces lo da la Constitución y no se toca, pero mientras tanto, una Juez impresentable sigue leyendo sus extraños poemas a los que se divorcian y cinco chicos llevan a la fecha casi tres meses sin ver al padre, resguardados de la locura de los Juzgados de familia por tres policías que no los dejan ni a sol ni a sombra.
Finalmente, el día del padre no es para todos en Salta, al periodista Aguero Molina, padre de los niños, no le permitieron para el Día del Padre con sus chicos lo cual creo que es otra muestra de un abuso inédito en la provincia.