El escrito revela un entramado de violencia colonial, patriarcal y racista que sigue vigente en el departamento Rivadavia en el Norte provincial argentino, donde la justicia no llega, pero un grupo de mujeres wichí están construyendo redes de apoyo y memoria para proteger a las futuras generaciones. Como dice una de ellas: “Quizás pensar en otras vidas es lo que te queda”.
Este crudo relato de la periodista de investigación Cecilia Osorio, describe con perspectiva de género el contexto desgarrador sobre lo que viene ocurriendo desde siempre hasta la actualidad en comunidades del Chaco salteño, como Misión Kilómetro 2, frente al pueblo salteño de Pluma de Pato.
Las mujeres de ese pueblo wichí han comenzado a romper el silencio, denunciando una trama sistemática de abusos sexuales, racismo institucional y desamparo estatal que ha sido históricamente invisibilizada.
El marco descripto es la comunidad de unos 200 habitantes, donde mujeres wichí denunciaron públicamente abusos sexuales sistemáticos cometidos por hombres criollos, trabajadores rurales, policías, maestros y comerciantes, que cometen todo tipo de vejámenes impunemente.
Las consecuencias son devastadoras: embarazos forzados, exclusión, desprotección sanitaria y un abandono sistemático del Estado. Protocolos como la hoja de ruta para adolescentes gestantes existen pero no se implementan. La falta de intérpretes y el peso de las creencias religiosas obstaculizan el acceso a derechos fundamentales como la educación sexual y la interrupción legal del embarazo.
Pese al miedo y la estigmatización, mujeres como Laurentina Nicacio y Nancy López encabezan procesos de reconstrucción comunitaria a través de talleres, educación intercultural y redes de contención.
Su lucha no sólo busca justicia, sino también memoria, dignidad y futuro. Como expresa una de ellas: “Quizás pensar en otras vidas es lo que te queda”.
El extenso artículo que vale recorrer íntegramente (link al informe completo), pone bajo la lupa un hecho ocurrido 2022, tras el femicidio de Pamela Flores, una niña de 12 años, tras lo cual se organizó la Primera Asamblea de Mujeres Indígenas de la Ruta 81, donde se visibilizó el abandono estatal y se exigió justicia.
Entre los puntos principales del artículo rescatamos a modo de resumen, algunas de las aberrantes prácticas que la autora expone como «un grito colectivo»:
El “chineo” y la impunidad
La práctica conocida como chineo —violaciones grupales o individuales a niñas indígenas— es una herencia colonial que persiste como forma de dominación racial y sexual. Las víctimas son perseguidas, engañadas o directamente secuestradas. La complicidad institucional es alarmante: policías acusados de abuso no son procesados, y los casos rara vez llegan a juicio. Desde el caso de Juana en 2015, ningún otro ha sido elevado a juicio.
Consecuencias sociales y sanitarias
Los embarazos forzados son frecuentes y las niñas madres enfrentan discriminación, pobreza extrema y falta de acceso a salud. Aunque existen protocolos como la hoja de ruta para adolescentes gestantes, en la práctica no se aplican: faltan intérpretes, profesionales capacitados y acceso real a la interrupción legal del embarazo. La influencia de iglesias y grupos antiderechos agrava la situación.
Resistencia y reconstrucción comunitaria
A pesar del miedo y las amenazas, algunas mujeres como Nicacio y López continúan luchando, impulsan talleres, espacios de contención y proyectos educativos para recuperar saberes ancestrales y fortalecer la autoestima de niñas y adolescentes. La denuncia pública ha sido más efectiva que la vía judicial, aunque muchas mujeres han sido silenciadas o estigmatizadas por sus propias comunidades.
- La autora Cecilia Ossorio es periodista e investigadora uruguaya especializada en América Latina por la Universidad de la República.