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La política, una cuestión de conductas

jpg_Politica_que_se_vayan.jpgHablar de política es hacer referencia a una actividad esencialmente humana, vinculada al poder, es decir a una relación social de mando y obediencia, a la probabilidad cierta de orientar la conducta de otro u otros en determinado sentido. Cuando esa probabilidad encuentra en el o los destinatarios a los que va dirigida, su reconocimiento, es decir una respuesta positiva, generando conductas-seguimiento, ese poder se transforma en autoridad.


Ahora bien, para que ese poder y esa autoridad se reconozcan como legítimos, deben sustentarse en dos presupuestos: el consenso y la eficacia. El consenso supone la unidad coherente de una sociedad, lo que le da vida propia y la diferencia de otras, en el sentido de que más allá de las siempre necesarias diferencias, disensos y hasta conflictos, existen ciertos modos de sentir, de pensar, de hacer y de ser, que le dan su impronta y su identidad, su cultura.

La eficacia, supone el cumplimiento, la efectividad de las pautas de conductas que se pactan e imponen como queridas y se reconocen también como propias por sus instituciones para que esa sociedad funcione, en el sentido de que deben cumplirse, porque están para ser cumplidas.

¿Por qué se obedece?

En una manera legítima de ejercicio del poder,como lo es el Estado de Derecho, se obedece porque se cree. Se cree, y se confía, en la conveniencia de instituir un sistema de normas que deben acatarse, por parte de instituciones políticas, económicas, jurídicas,religiosas, militares, educativas, sindicales, etc, que funcionan conforme a ellas, y si ésto no ocurre y se las transgrede, están previstos los mecanismos para que así acontezca.

Se confía en la previsibilidad del derecho traducido en un conjunto de pautas de conductas, que va generando en sus ciudadanos un sentimiento de relativa seguridad de que las reglas de juego son claras y no serán intempestiva ni caprichosamente cambiadas, eso se llama seguridad jurídica .

Ello no significa una sociedad utópica e irrealizable, en la que todos los ciudadanos acaten las leyes, sino significa que cuando se produzcan las transgresiones por parte de los particulares o de los funcionarios públicos, los engranajes legales y judiciales se ponen en marcha, mediante un sistema eficiente de control del poder para revertir tal situación. De eso se trata la confianza en un sistema constitucional fundado en el respeto a la ley y en autoridades constituídas obligadas a hacerlo cumplir.

En un sistema social así organizado y entendido, si bien cierta dosis de personalización del poder y de liderazgo, son saludables y hasta necesarios para la buena marcha del país, porque muchas veces necesitamos ver al poder y representarlo en alguien. No ocurre así cuando existe una tendencia social y recurrente a personalizar una suerte de poder carismático, que todo lo puede y todo lo resuelve, ficticio y hasta esporádico, que puede adormecernos en un engañoso estado de bienestar, hacia el autoritarismo y el exceso de poder que siempre avanza por donde encuentra resquicios, y cuando nos despertamos, hemos perdido nuestras libertades,que con tanto esfuerzo logramos conseguir. Que no nos pase a los argentinos, porque de ésto sabemos y mucho.

La claudicación de las libertades

Se asocia a nuestra historia, la resignación y claudicación del don más preciado y sagrado de la condición humana, el libre albedrío, la condición natural de agente libre, anterior incluso a todo tipo de discernimiento. Pero esto no acontece de un día para el otro, supone un largo peregrinar, que pasa primero por la comodidad, el individualismo exacerbado, la falta de compromiso y solidaridad, el abandono gradual y progresivo de la defensa de nuestras libertades, deberes y responsabilidades que nos competen como ciudadanos.

Por eso, en la construcción y el aprendizaje permanente de la república democrática, en la que debemos estar empeñados, es impensable hablar de la política, como algo que nos es ajeno y menos aún en términos despectivos, porque si así acontece la política pasa a ser patrimonio exclusivo de unos pocos, para la defensa de sus propios intereses y que terminan siempre pactando para que nada cambie.

Política y partidos

El rol de los partidos políticos en un sistema político democrático, fundado en el consenso y la eficacia, en el diálogo y la tolerancia, es crucial para la defensa de ese sistema, a condición de que se trate de instituciones, abiertas, participativas, generadoras de los grandes proyectos y alternativas de gobierno, fusibles de los nuevos dirigentes que necesariamente deben ir abriéndose paso y preparándose responsablemente para la llegada al poder, con vida y presencia permanente, cumpliendo dignamente el rol de oposición, y no de instituciones cerradas, poco creíbles y hasta casi puertas, que solo marcan presencia de tanto en tanto, con motivo de las elecciones.

Cuando ésto último acontece le hace mucho mal a la democracia, y entonces, en los ciudadanos se genera un estado de apatía y de desconfianza en la política, que pasa a ser hasta una mala palabra. Se la identifica con una actividad de unos pocos dirigentes que muchas veces no representan el sentir de la ciudadanía, ni siquiera de los propios afiliados, adherentes o simpatizantes del partido.

Por eso de lo que se trata es de reivindicar el rol social y movilizador de la política, liberándola de estreñimientos mentales y espirituales que tanto mal le hacen al sistema constitucional-democrático.

Su reinvidicación

La oolítica en su verdadera expresión y sentido es la búsqueda y la lucha por el poder para el logro del bien común y el bienestar del mayor número, requiere amor a la patria y a la igualdad, honrar la función cada día demostrando idoneidad y rectificando procederes erróneos o equivocados.

Pero esa búsqueda y esa lucha en ningún caso puede significar un permiso para la arbitrariedad, para la injusticia ni para la inequidad, por eso es necesario que la política vaya siempre de la mano, y no a contrapelo de la Justicia.

Política ciudadana

Estoy convencida de que los grandes cambios debemos generarlos desde la ciudadanía, ejerciendo responsablemente nuestro poder Ciudadano, porque como manda la Constitución, que es suprema y tiene fuerza normativa, todo el poder pertenece al pueblo quien lo ejerce por medio de sus representantes.

Una de las grandes asignaturas pendientes de los argentinos, es tomar conciencia individual y colectiva de la obediencia que nos debemos a las leyes justas, pues cuando una norma es injusta merece el reproche individual y colectivo, recurriendo a los mecanimos normativamente
previstos, ante un poder judicial que debe amparar eficazmente a sus ciudadanos, lo que no significa, dar la razón a quién no la tiene, pero sí darle las motivaciones y fundamentos razonables en un tiempo oportuno.

La función que nos compete como ciudadanos de velar por la defensa del sistema constitucional, el que está previsto también para nuestra defensa requiere de nuestro compromiso permanente e inclaudicable.

Ese compromiso nos impone, primero conocer la Constitución de la Nación Argentina y la de la Provincia, por aquéllo de que para amarla y respetarla es menester conocerla bien.

La peor ofensa a nuestra dignidad de argentinos es su desconocimiento, la segunda su violación, cuando le juramos obediencia y luego la deshonramos con su incumplimiento, como ciudadanos,como funcionarios y con más razón como magistrados.

La política es responsabilidad de todos, y el único medio de comenzar a reivindicarla es dejar de una vez por todas de mentir y de mentirnos a nosotros mismos. Ser sinceros, como punto de partida, y con mente clara y corazón abierto, con verdadera vocación de servicio y coherencia ética, ponernos de pie, y demostrar de una vez por todas que podemos hacerlo.

  • Juez en lo Civil y Comercial de la Sexta Nominación de la Ciudad de Resistencia, provincia del Chaco, adjunta de la Cátedra A de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Políticas de la U.N.N.E.

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