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Poder extremo para dar libertad a los opresores

Cristales rotos

Resulta difícil encontrar claridad para escribir estas líneas. Para ordenar un poco el razonamiento, partiré de una fecha: 19 de noviembre de 2023, día en el que se concretó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.

El peor de los pronósticos abandonaba la esfera especulativa para convertir la más oscura de las pesadillas en una dolorosa realidad. Un misógino, racista, apologista de los crímenes de lesa humanidad perpetrados durante la última dictadura militar, odiador serial, rodeado de un grupo de asesores terraplanistas con un halo “posmoderno” de dudosa calidad, en términos de fundamentos epistemológicos, argumentando teorías económicas “ultraliberales”, llegaba elegido democráticamente a la presidencia argentina (1)

Lo acompañaba en la fórmula una mujer que sostenía (sostiene), palabras más, palabras menos, pero con más frialdad y cinismo, las mismas líneas de pensamiento que el candidato presidencial. Lo imposible, aquello que en Argentina no podía pasar, lo impensable, se convertía en real. Desde ese día, la cotidianeidad es lo más parecido a un terremoto constante que deja cristales estallados esparciendo padecimiento por el suelo.

Aquellos consensos sobre los que fue construyéndose una democracia joven y con muchas materias pendientes, se sacuden una y otra vez. Y los intereses de los grandes grupos financieros que sostienen al “proyecto liberal extremo” celebran cada sacudón, pues el botín es suculento: privatización de empresas (rentables) estatales, derogación de la ley de tierras rurales (que habilita la extranjerización del suelo), el agronegocio seguido de negocios inmobiliarios (se pretende la modificación de la ley de manejo del fuego que habilita la compra de tierras incendiadas), la precarización laboral (que habilita por ejemplo despidos sin aviso) con la derogación de derechos que parecían intocables, son solamente algunas de las previsiones de las mega reformas legislativas (casi una reforma constitucional) que pretenden llevar a cabo (uno de esos proyectos ha conseguido ya, media sanción de diputados).

Todo esto en el contexto del “achicamiento del estado”, (en palabras de quien ocupa el sillón presidencial “se terminó el estado presente”). Esto se traduce en despidos masivos, recortes presupuestarios que van desde el que practicó en la educación universitaria pública, gratuita y de calidad (es la que dio al mundo cinco premios nóbeles), la salud, la cultura, la ciencia y la tecnología.

En la misma línea la eliminación del programa de acceso gratuito a medicamentos para enfermedades graves, el recorte en los haberes jubilatorios, que se traducen en que un jubilado, con el haber mínimo, no llegue a cubrir la canasta básica con sus ingresos o, que el estado haya dejado de comprar libros que hasta hace un año se repartían de manera gratuita entre los alumnos de las escuelas primarias públicas. Todo en aras de un mentiroso superávit fiscal, que cierra planillas Excel pero también las vidas de cientos de miles de personas que experimentan en carne propia las “bondades’ del “liberalismo”.

Pienso en el uso de conceptos como capital humano (así se ha renombrado al ex ministerio de desarrollo social) para describir un sistema que excluye. El darnos el lugar de individuos con “libertades” que dejan de lado el reconocimiento de los derechos adquiridos, oprimiéndonos, y el uso de su poder de estado para darle libertad a los opresores (económicos, sociales, etc.).

Todo esto habilita, legitima actos de violencia que, con suerte, reciben alguna mención en los medios de comunicación, como el abuso perpetrado contra una militante de HIJOS (organización de hijos de personas desaparecidas) a quien le inscribieron en la pared de su casa las siglas del slogan que el actual presidente usó en su campaña electoral: VLC (Viva la libertad carajo). Pero como bien sostiene el filósofo Diego Singer, la única libertad que conocen es la de los grandes capitales, si son financieros, mejor. La promoción del individualismo como bandera, la erradicación de cualquier construcción colectiva, como finalidad. Pero lo que más asusta son los altos niveles de adhesión que este “gobierno” todavía mantiene, varían entre el 50 y el 52 (2) dependiendo de la encuestadora. Este “gobierno” sustenta su estructura comunicativa y propagandística en una red de trolls que fomentan el odio, el desprecio por la otredad, a través de las redes.

El panorama desolador, habilita más preguntas que respuestas, más incertidumbres que certezas. Nos interpela, nos empuja a una profunda autocrítica. La sociedad líquida de Bauman, está aquí, a la vuelta de la esquina. Quienes gobiernan de verdad, no ocupan el sillón presidencial. El verdadero poder, aquel que sostiene al que posa junto a su perro muerto y clonado (perro que guía, según su asesora espiritual, desde el más allá sus pasos), el verdadero poder, es fluido, se diluye, transita de un lugar a otro sin controles, favorecido por las migajas que reparte, como a palomas, a los lacayos de siempre.

El desmantelamiento del estado social, lo sabemos, habilita la expansión del estado policial ¿Quiénes y cuántos más serán nuevas presas de las violencias del estado, incluida la punitiva? La seguridad represiva es otro invento del mercado, también lo sabemos ¿cuán intensa será esa represión?

¿Podremos alcanzar, organizar y sostener la resistencia colectiva como forma de oposición que deconstruya ese poder? Sí, el poder que se ejerce de manera necropolítica, aquel que dicta cómo algunas personas pueden vivir y cómo algunas deben morir (entendido esto último en el sentido más amplio, no acceder a la salud, la educación, a vivienda, al trabajo digno, son formas de morir, de desaparecer, las vidas despreciables de los excluidos que trazan la línea divisoria con las vidas aprovechables del mercado).

Esta realidad nos dice que no hay tiempo para dilaciones, tendremos que seguir caminando, aunque crujan, y lastimen, los cristales rotos bajo los pies descalzos.

María Cecilia Toro

CIUNSa (Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Salta).

(Especial para Salta Libre)

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