El principal trabajo de la dictadura militar instaurada en Argentina a partir del mes de marzo del año 1976, además de imponer los lineamientos económicos para la dependencia que había establecido el llamado Consenso de Washington, de la mano del hoy procesado José Alfredo Martines de Hoz, tuvo como principal objetivo un plan de eliminación sistemática de cuadros de dirigentes obreros, estudiantiles e intelectuales,
que trabajosamente se habían generado durante las décadas de 1960 y comienzos de los años setenta, de manera constante y rápida, proceso éste solamente debilitado parcialmente por la olvidable Noche de los Bastones Largos, a manos del precario dictador Juan Carlos Onganía.
Se buscó, como siempre que un golpe de estado en Argentina impusiera regímenes dictatoriales a cargo de militares no preparados para gobernar, establecer un límite al desarrollo interno de la economía, volviendo una y otra vez sobre las formas de organización que convenían al imperio, reformando las leyes del Banco Central de la República, disolviendo las Juntas Nacionales de Carnes y Granos, liberando los tipos de cambio, abriendo las fronteras a la importación mediante la derogación arancelaria, y en definitiva dedicándose a vender barato lo nuestro y comprar caro lo de afuera, con permanente fuga de divisas que desequilibraban la balanza de pagos, para pasar inmediatamente a depender del crédito externo. La típica receta en fin, del Fondo Monetario Internacional, que don Arturo Jaureche llamó memorablemente: “El Estatuto Legal del Coloniaje”.
Con una economía dependiente de esos parámetros, se marcaba una línea férrea que imposibilitaba cualquier proyecto de independencia en el país, y en la región latinoamericana, ya que en los demás integrantes del cono sur de América, se repetía el escenario.
Todo ese sistema se llevó a cabo siempre con la ayuda de los medios de comunicación masivos, que cuando no estaban en manos de la misma dictadura, participaban del negocio del remate del país, favoreciendo la desinformación, monopolizando el manejo del papel de impresión, satanizando el proceso de liberación que había quedado trunco con la derrota de los sucesivos proyectos populares, y pregonando todos los días, los supuestos beneficios de abrir las barreras aduaneras para favorecer el libre comercio.
Ocultando claramente que los dueños de las reglas del libre mercado son aperturistas para afuera, y proteccionistas para adentro. La estupidez de la hipotética mano invisible del mercado se imponía como regla de oro, y todo lo que fuera intervención estatal en la economía debía ser eliminado, salvo que esa intervención consistiera en darles subsidios a sus empresas o entregarle monopolios para su manejo.
Nada nuevo había en esos planes impuestos por los idiotas útiles uniformados, que hicieron de obreros laboriosos de la llamada división internacional del trabajo, para que los países granjas se dedicaran a la exportación de materias primas sin elaborar (granos, carnes, lanas, etc.), quedando el valor agregado en los países industrializados. Los años dorados en los que los truchones de la sociedad rural estuvieron de fiesta.
Ese plan ideado para deprimir las economías de los países de la región, se complementaba con otro no menos importante, de apagar cualquier proyecto de integración latinoamericana, que es la preocupación constante de quien lleva adelante en sus dominios, un plan colonial de vasallaje. Prueba de ello fue la implementación del “Plan Cóndor”, que con personal entrenado en la Escuela de la Américas, operó en todo el Cono Sur, de manera coordinada y genocida.
Este plan aún se mantiene hasta la fecha, con otros tiempos y otras estrategias, pero visiblemente presto para actuar en caso que el imperio norteamericano lo decida. Basta considerar que EE UU, en la actualidad ocupa lisa y llanamente territorios militarizados en puntos fijos estratégicos del continente (Triple frontera, Paraguay, Colombia, Costa Rica, y con una amenaza móvil de refuerzo que incluye hasta submarinos nucleares, como es la IVª Flota.)
Así entonces, mediante la desaparición forzada de miles de ciudadanos y el exilio inevitable de estamentos enteros de cuadros formados durante los años 1960 y 1970, se produjo un periodo de achatamiento del pensamiento político en términos de nación integrada; se impuso el individualismo como forma de vida, y las universidades cambiaron drásticamente sus planes de estudio, y egresaban año tras año profesionales alejados de la cuestión social, y dedicados a formarse sólo para ser los Self Made Man ideales para integrarse a los directorios de las empresas multinacionales. Y a ese desvarío se lo identificaba, y en parte se lo sigue identificando como el éxito.
La que fuera entonces una sociedad pensante, políticamente activa, y consciente de su rol en el quehacer de la Nación y su gente, que había sido devastada por la dictadura, con la desaparición o el silencio de una generación, necesitaba de tiempo, años, para volver a desarrollarse. El puntapié inicial y temeroso comenzó en 1983, con el advenimiento de la democracia y la presidencia de Raúl Alfonsín, y tuvo que soportar intentos claros en contra, no solamente del poder militar y eclesiástico que generaron los recordados levantamientos carapintadas de Semana Santa, sino también del establishment económico intacto y fortalecido por las recetas del FMI, que les venían como anillo al dedo y que no querían abandonar. Tanto fue su influencia en ese proceso, que el presidente tuvo que abandonar el poder seis meses antes.
La década infame de La Rata (periodo presidencial 1989-1999), volvió claramente en lo económico a la dependencia del Fondo Monetario Internacional, a las relaciones carnales con los Estados Unidos, a la dolarización de la economía con tipo de cambio ficticio sostenido por alto crecimiento del endeudamiento externo, y al remate de los activos del Estado Nacional. Toda una traición consumada a la vista de todos, con la connivencia del Congreso de la Nación, y acatándose a rajatabla las recetas importadas que se enviaban desde los centros del poder económico, que designaban los ministros de áreas claves para la toma de decisiones. De otra manera no se entiende que Felipe Domingo Cavallo, estuviera a cargo de las mismas, en tres gobiernos distintos (Banco Central de la República Argentina en la dictadura, año 1982; Ministerio de Relaciones Exteriores en 1989; Ministerio de Economia 1991-1996; Ministerio de Economía 2001), y que hoy se encuentre en un exilio dorado, como supuesto académico en los Estados Unidos.
Pero contra viento y marea, superada la ficción económica y la debacle de diciembre del año 2001, se advierte que el proceso de concientización política y social de la población no se había detenido, que había madurado, y que luego de 27 años, ha logrado indudablemente desarrollarse, y salir a copar la parada. En esta etapa aparece la figura de Néstor Carlos Kirchenr, quien claramente ha sabido interpretar el momento de madurez de esa nueva sociedad pensante, aglutinarla en su mayoría, y conducirla. Esa es la palabra: conducir, que no es poco. En esa tarea que supo llevar adelante magistralmente, sedujo, convocó y por sobre todas las cosas, convenció. De allí el triunfo electoral dos veces consecutivas, que tiene a la fecha a su viuda como Presidenta.
Kirchner generó de nuevo el deseo en los jóvenes de hacer política; contagió lo que para él era una pasión, que cuando se transforma en vicio termina perjudicando, como en este caso hasta provocarle una muerte tan repentina como previsible. Ese es el legado mayor de su trayectoria, ciento de miles de cuadros politicos, no solo partidarios sino sociales, intelectuales y sindicales, que quieren ir por más. Ahora se va imponiendo cada vez más, esa luz de conciencia social, como en los años sesenta y setenta. Néstor Kirchner no ha recreado el setentismo como maliciosamente le espeta la prensa reaccionaria; se trata de algo mucho mayor, ha conducido la recreación cíclica del compromiso participativo, de un pueblo maduro que en ese proceso de cambio la tiene mucho más clara, y en el siglo XXI. No se trata de un retroceso; todo lo contrario, se parece más bien, a un fantástico avance.
En forma paralela, este conductor ha sabido potenciar el movimiento de cambio e integración en América Latina (Chavez, Correa, Lugo, y Morales, principalmente, Lula y Mujica en menor medida) comenzando por el explícito rechazo al ALCA, (antes se había rechazado el famoso y olvidado “Plan Clinton para las Américas”) y se plegó al nacimiento del ALBA y la generación de UNASUR, que además presidía.
En ese camino arduo y tenso, generó y generará duras y maduras a su gestión. Pero nadie se atreve a cuestionar la invalorable utilidad de esos emprendimientos en el camino de una América Latina más libre de los tentáculos tradicionales del poder económico y político. La prematura muerte de Kirchner, ha puesto en la televisión del mundo al conjunto de mandatarios de la América Latina, demostrando que el tropezón de los periodos dictatoriales que llevaron a cada País a manejarse individualmente, ha sido superado definitivamente. Y que si la corriente integradora sigue, se espera un futuro más promisorio para la región.
Desde el lugar donde se llevaron a cabo los servicios funerarios, instalados en el Salón de los Patriotas Latinoamericanos, se vieron banderas de casi todos los países de la región, y sobretodo cuadros jóvenes que gritaron a viva voz, apoyo no solamente a una viuda, sino a un proyecto, a una esperanza. Proyecto tal vez discutible, criticable, pero teñido de las cualidades que antes mencionábamos.
Conduce, convoca, genera esperanza, y convence. Se ha demostrado que existe una gran parte de la población decida a sostenerlo, y aún más, a profundizarlo. Quienes adhieran al proceso en marcha, tendrán que prepararse para advertir de donde vendrán los palos; estas líneas directrices sociales claras, hace tres décadas, eran impensables, y el establishment interno y externo, los dueños y socios del imperio lo saben, y trataran de impedir la continuidad.
Mas allá del indudable sexismo con el que se ha tratado la cuestión (apoyo a Cristina, fuerza Cristina, etc.), el temor de declinar no es tanto por la persona de la Presidenta, es el temor a retroceder, y para no hacerlo, habrá indudablemente que profundizar la línea de cambios en el manejo de la economía pensada desde adentro y no desde los centros del poder.
Sobretodo porque los volátiles precios de los comodities agropecuarios pueden no durar, y no habrá saldo favorable para sostener la distribución del ingreso en los sectores de menores recursos, que es uno de los pilares del proceso distributivo.
El mismo día miércoles 27 de octubre en que moría el ex presidente, se llevó a cabo el censo nacional programado con antelación, y varios encuestadores encontraron a referentes de la llamada clase alta, festejando con champán su muerte. Curiosamente esa perversión se verifica en los estamentos que más ganan con el modelo. Su visceral rechazo a lo popular, y su gastada visión elitista, tiene más peso que su sentido común, o más bien la carencia del mismo.
El contraste lo daba la nueva generación, gestada en los 27 años de democracia, desfilando ante los restos de quien consideran su conductor. Lo que molesta a esta clase oligárquica, y al medio pelo aneuronado que no pertenece a la misma, pero que se identifica falsamente, es que se distribuya el ingreso, y hasta todavía repiten la estúpida anécdota de los lingotes de oro en los pasillos de la casa de la moneda en 1946, y lo que consideran el reparto posterior indiscriminado a los pobres.
Distribuir el ingreso para esa especie, hacer justicia social, para ellos es derrochar, desde el cómodo punto de vista de su sólida economía. Para poder contrarrestar a esos grupos minoritarios, pero muy poderosos, nada será gratis. Y habrá que prepararse, si se decide mantener este rumbo, para seguir resistiendo la consabida injerencia del establishment en su enfermiza puja por el poder
Aún los que no compartimos el modelo instaurado y sobretodo los modos de llevarlo adelante, no podemos dejar de reconocer, que con la dirección impresa por Néstor Kirchner, se generó de nuevo el deseo en los jóvenes de hacer política. Ese es el legado mayor, que contagia, mueve, y sirve para despejar la anestesia juvenil, otrora entretenida en banalidades. Se vuelve a palpar la saludable corriente de participación en todos los sectores.
Las reglas del juego serán exactamente las mismas. De la rapidez y sagacidad de la Presidenta, cualidades que claramente no le faltan, dependerá el seguir avanzando, para lo cual cuenta con el ingrediente principal: un claro y amplio apoyo del nuevo movimiento en marcha, que supieron interpretar y conducir con su marido.
- Daniel Tort, abogado y periodista