Los periodistas argentinos han experimentado muy de cerca lo que es cubrir notas con Masas enardecidas. Ecuador y Chile fueron algunas experiencias. Bolivia fue la agresión directa, la amenaza y las clases medias exaltadas de furia.
Los canales de TV que trasmitían en vivo, eran increpados a la voz de: ¡digan la verdad! Un periodista- productor de una canal de Buenos Aires, no solo fue agredido físicamente con su equipo, sino que fue amenazado. En el aeropuerto cuando se iban, luego de estar refugiados en la embajada argentina en La Paz, le dijeron: en Argentina tengo alguien que va a ir a pegarte un tiro!
No estamos hablando de la larga historia de los corresponsales de guerra. Periodistas y fotógrafos que se juegan la vida y la pierden en los frentes que tienen que cubrir. Chile tiene el triste ejemplo de un fotógrafo que sacó su última foto cuando un carabinero le disparaba; México tiene el récord mundial de periodistas asesinados. Allí los carteles de la droga los buscan ante determinada información que no quieren que se publique, y los ejecutan.
Apenas se fueron los periodistas amenazados, comenzó la cacería. En determinados pueblos, El Alto en La Paz, en Cochabamba, comenzaron a aparecer los muertos. La prensa de Bolivia no informaba nada. Ni las palabras Golpe de Estado se puede pronunciar. La OEA (brazo diplomático de Washington) y los holdings concentrados de medios argentinos, como el gobierno que se va, y los radicales ‘agorilados’ no aceptan la palabra ‘Golpe’.
Lo que en un momento nos parecía hasta cómico- que exhibieran la Biblia en el balcón, (y nos recordaba a algún personaje que anda con campera amarilla por la TV) pasaba a lo grotesco y luego a lo siniestro en la medida que teníamos más información. El mostrar la Biblia era la nueva significación mística fundamentalista del retorno al colonialismo medieval. Primero en ese alto valor de símbolo y segundo en el de los negocios. Ahora se sabe que el gobierno de Evo Morales pensaba continuar con su programa político de nacionalización de los recursos naturales y el litio es lo que comenzaba en su nueva etapa de producción.
No es coincidencia que un payaso místico haya entrado a la casa de Gobierno apenas Evo renunció amenazado. Este ‘Macho Camacho’ como lo denominan algunos ‘clases medias’ (profesionales en sectores de la ciudad) extraía y comercializaba gas. Con la llegada del MAS (Movimiento al socialismo) ese negocio se le terminó. Así paso con varias empresas intermediarias.
El gobierno pudo invertir ese caudal de dinero en obras (caminos, puentes, teleférico) en escuelas y los programas de alfabetización, en salud, y en la proyección de un modelo que era la alternativa al neoliberalismo. Bolivia tenía en estos últimos años (datos aportados por los centros de economía) como unos de los países con los índices más altos de crecimiento y de distribución social en el desarrollo.
Hasta aquí era lo que leíamos en revistas especializadas o informes de Desarrollo social y económico. Lo que no se veía era ‘el huevo de la serpiente’. De allí la gran sorpresa que se llevaron los periodistas que fueron de Argentina con sus móviles. Y esperaban esa ‘libertad de expresión’ como hacen tranquilamente por aquí.
Si bien la cultura occidental plantea que nacemos en la Grecia antigua, nuestro verdadero presente es el retorno de la Edad Media. La religión, los nacionalismos, las guerras de expansión y conquista vuelven de una manera fundamentalista. Con solo pensar en la conquista del imperio español desde el siglo XVI, se pueden entender fácilmente las estructuras de producción. Eso había intentado hacer el gobierno de Evo y Linares. Cambiar estructuras que tenía Bolivia sobre quiénes eran los verdaderos dueños del poder (la tierra y la minería). A su vez como primer ‘presidente indígena’ (denominación que le daban en el mundo) buscan integrar los años de discriminación que había desde el virreinato español (y que continúa con el nuevo imperio del norte), con los indios. Aquellos que habían sido dominados y sometidos para ser esclavos, haciéndolos morir trabajando en las minas de plata.
Eran dos Bolivias las que veíamos mientras eran gaseados y baleados. Los originarios de piel cobriza siendo atropellados por el aparato policial del nuevo régimen ‘autoproclamado’. Para quienes llevábamos minuto a minuto ese domingo, desde el anuncio de Evo- ante el informa de la OEA- el llamado a elecciones y luego su renuncia: hubo varias interpretaciones. Por momentos no se sabía dónde estaba Evo, porque no era una simple renuncia.
Nuestra generación vivió el asalto al Palacio de la Moneda, cuando derrocaron a Salvador Allende para suicidarlo. Los amigos argentinos en otras partes del mundo preguntaban qué estaba sucediendo: solo me salía decir que la renuncia de Evo evitó más derramamiento de sangre entre hermanos. Por supuesto que los escribas neoliberales desde La Florida que llenan millones de palabras en las redes latinas, decían que huyó y no se atrevió a enfrentar… etc, etc.
Los pasos que vienen son: su proscripción, cientos de causas judiciales por ‘corrupción’ (como hicieron con Lula y todo lo que sea gobiernos populares), no dejarlo presentar en las próximas elecciones. En el fondo lo más profundo es el odio que venían guardado las clases ilustradas medias, contra los derechos que habían conseguido los originarios- llamados indios- y que los había dignificado ante tantos siglos de muerte, discriminación y humillación.
Lic Carlos Liendro, Escritor y periodista
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