La pedregosa vida de un salteño en un lugar en el Norte del país marca el punto de partida en el libro autobiográfico “El país que merecemos” de Carlos Zenavilla. Un hombre común nacido en 1943 en un lugar y en una época no tan común de Salta, que afirma haber vivido la decadencia del país, que seguramente no merecemos…
Sus historias, carencias y crudas experiencias familiares transforman poco a poco su sentimiento de indefensión, en impotencia, y desde la impotencia, muestra que muchas veces también se puede construir un futuro.
Zenavilla en poco más de 150 páginas relata como nació, creció en el seno de una familia pobre en un de las tierras más ricas de Salta. Sus relatos se remontan a sus costumbres familiares en Campamento Vespucio, tierra generosa entre serranías y selva del Chaco salteño, depositaria de uno de los yacimientos petrolíferos más ricos del país.
Partir de los escombros
A través de una prosa sencilla, parte la historia de vida de un hombre común que nace en nuestro Norte adentro, un alejado punto geográfico de la gran urbe capitalina, como un punto no valorado en el mapa argentino, donde no le cabe duda, nació la decadencia del país; y sin rendirse, con una mirada esperanzadora, percibe que la tarea de lograr “El país que nos merecemos”, comienza partiendo de los escombros.
Podría parecer utópico, pero desde los relatos se puede llegar a concluir que al país hay que reconstruirlo en sus fundamentos éticos, desde la misma recuperación de la utopía. Precisamente, desde la autobiografía del Zenavilla, se refleja que no se puede vivir sin creer.
Las vicisitudes y conflictos económicos en su vida se suceden unos a otros, sin explicaciones aparentes, pero bajo una misma variada escenografía en la que pesan sus percepciones contrastadas del mundo globalizado.
Con sustancia cotidiana de la realidad este hombre considerado común entre sus pares, se expresa y adquiere la certeza de que existe una raya insalvable que se traza entre los que menos posibilidades tienen de superarse como carencias que se vuelven naturales.
Presentación del libro
A lo largo de su relatos en «El país que merecemos», son pocos los momentos que no sean de una dureza singular en su camino por alcanzar el objetivo superador. Su vida es un estado de excepción en un rincón de un mundo agreste o de sobresaltos constantes.
Este trabajo literario tendrá un acto de presentación en nuestra capital. Está programado en el teatro de la Fundación Salta de la Fundación Salta de la ciudad de Salta, el 8 de abril a las 20.30. El prólogo de la obra fue escrito por Carlos Vernazza, miembro del Directorio de ADEPA y subdirector de la revista de ADEPA, quien en el acto de presentación, se referirá a esta publicación.
La mayoría de los trabajadores que convergieron en Campamento Vespucio, otrora centro neurálgico de YPF, vinieron desde distintos lugares del país. Eran analfabetos, pero con conocimientos notables que fueron transmitiendo a las generaciones siguientes.
La obra autobiográfíca de Carlos Antonio Zenavilla, comienza en el año 1930 en Campamento Vespucio en la selva Las Yungas del chaco salteño, cuando su padre ingresa a YPF, allí se transforma un centro petrolero muy importante para el país.
Para el autor, escribir un libro fue una de sus experiencias singulares de su vida. A su criterio jamás debería haber ocurrido tamaña decadencia económica y de eso se trata.
Prólogo de un periodista
El periodista Carlos Vernazza en el prólogo sostiene que “el titulo del libro puede parecer lapidario y es casi una frase común entre la mayoría de los argentinos. Es como si cada uno de nosotros no formáramos parte de una nación y reaccionáramos como si la habitaran otros. Por eso es tan común repetir hasta el cansancio, al revés de nuestros vecinos latinoamericanos, “este país” en lugar de “nuestro país”. Haciendo de cuenta que todo lo que se hizo y lo que quedó por hacerse es culpa ajena”.
Sobre el autor refiere: “Carlos Antonio Zenavilla, nacido en Campamento Vespucio, perteneciente a YPF, en el norte de Salta y a pocos kilómetros de Bolivia, pasó su niñez y su juventud en esta tierra cruzada por el Trópico de Capricornio, calurosa hasta lo imposible, pero poseedora de uno de los yacimientos petrolíferos más ricos del país. Como el mismo lo indica, la vivencia y la educación allí lugar marcaron su vida”.
“Zenavilla, que estudió en Jujuy, en la Escuela de Minas, dependiente de la Universidad Nacional de Tucumán, siempre fue un apasionado de la enseñanza. Ejerció durante años, hasta que finalmente se dedicó exclusivamente a la creación de obras en cerámica. En 2005 fue ganador de un concurso organizado por el hoy Ministerio de Ciencias de la Nación, por su trabajo denominado “Estudio de minerales locales para ser aplicado en cerámica”, cuenta.
Argumenta además que “el autor de este libro cree, ardientemente, que el título con que lo presenta es fruto de su decepción con un país que pese a todo ama ilimitadamente. No pretende ser la obra de un resentimiento, sino de un dolor de alguien que más allá de las divisiones ideológicas o políticas, sueña todavía con una integración y una responsabilidad aún muy lejanas”.