Uno de los grandes problemas políticos que hace que el kirchnerismo entre a jugar todas sus cartas en la futura división de la CGT –como antes en la CTA- es la necesidad de aplicar un ajuste en regla -“sintonía fina”- tanto en las condiciones laborales como en las salariales y para eso necesita una burocracia profundamente domesticada y adepta a las posturas oficiales. Sin embargo, esta crisis impulsada por arriba no toma cuerpo entre las bases de trabajadores que siguen frenando activamente el cierre de paritarias a porcentajes irrisorios de un 18% en medio de una inflación del 25 al 30% real y donde la canasta de alimentos se ha vuelto inasible para la mayoría de los hogares obreros.
La lucha de camarillas y fracciones en la CGT puede terminar a los tiros, de manera diplomática o con una división profunda. Lo que si no ha logado, hasta ahora, es interesar a los trabajadores de base que ven esta disputa como lo que realmente es: una cuestión de reñidero entre carcamanes de museo, ajena a sus intereses y como una distracción que no acelera el salario de acuerdo a como se acelera el costo de vida. Vieja metáfora entre la escalera y el ascensor.
En medio de esta coyuntura los trabajadores más jóvenes están experimentado un análisis cotidiano de lo que representa la burocracia sindical, en la perspectiva de recuperar sus organizaciones sindicales.
El levantamiento de la huelga ferroviaria por los pedracistas residuales, que aceptaron una conciliación obligatoria “preventiva”, última novedad del kirchnerista ministro Tomada que decreta conciliaciones a huelgas antes de que estas sean efectivas.
La ofensiva presidencial, que no esperó reforma constitucional alguna para aplicarle la prohibición del derecho de huelga a los petroleros y en contra sus piquetes.
La crisis que despierta el aliado Caló de la Unión obrera metalúrgica al amenazar con un paro al gobierno que lo cobija y lo alienta a sentarse en la secretaria general de la confederación.
Las declaraciones del lucifuercista Oscar Lescano dando seguridad a los empresarios y a accionistas de que el gobierno no nacionalizará EDENOR sino que volverá a usar dineros públicos para sanearla. Igual que con YPF.
La parálisis de Moyano, que duda entre esconder el rabo o hacer un frente con los gordos que lo desplace de su sillón del secretariado general de la CGT y dejarse de joder con los impuestos al salario y con la inflación del supermercado. O, tercero, una verdadera agudeza dialéctica escuchada a Néstor Pitrola, “Moyano pasó de candidatearse a presidente obrero, como Lula, a hacer un frente con presidiarios (Venegas, Zanola y la residual pedracista)
La juventud obrera va realizando un gran experiencia que la acerca a las mejores tradiciones históricas del clasismo argentino.
La burocracia sindical, es un aparato de opresión enquistado las organizaciones obreras que han fomentado históricamente las patronales y sus gobiernos para intervenir en forma directa en los lugares de trabajo y con el objetivo de impedir que la clase obrera, y los trabajadores en general, asuman posiciones independientes tanto en la defensa de sus reivindicaciones como en la conquistas de nuevos derechos.
En este sentido, la burocracia que usurpa los sindicatos, es uno de los resortes más importantes en la defensa de la rentabilidad capitalista y un dique de contención para el despertar clasista entre los trabajadores.
Colaboracionistas permanentes con el régimen de explotación, estos burócratas han aceitado con los años una táctica de hostigamiento permanente en contra de sus propias bases que se define fundamentalmente como una visión policial del conflicto de clases. En esta táctica, se amalgaman la represión contra el activismo antiburocrático, sea en forma directa por medio de sus patotas y utilizando sus pistoleros a sueldo -como en el reciente caso del asesinato de Mariano Ferreyra- o mediante la buchoneada desembozada a la patronal para que los obreros combativos sean despedidos.
Los lugares de trabajo, son una parte de este campo de batalla entre los burócratas sindicales y las aspiraciones democráticas de la clase obrera. La burocracia, infiltra fábricas, talleres, ministerios o escuelas con el objeto de disciplinar y contener, transformándose en uno de los medios más eficaces en la defensa de las políticas del estado y de las patronales entre los trabajadores. El concepto de infiltración de la burocracia en los lugares de trabajo y en las organizaciones obreras, usado más arriba, no debe ser entendido como una simple chicana política, sino objetivamente, dado que la burocracia sindical infiltra e infecta a las organizaciones sindicales y los lugares de trabajo expropiando la soberanía de los trabajadores a favor de las patronales.
La defensa del régimen de explotación ha llevado a que la burocracia en los sindicatos sea un factor de poder que ha ido desarrollado y profundizado intereses particulares, que terminan por separarla definitivamente de las bases. Sea como empresarios, secretarios de estado, agentes de bolsa, ministros sin cartera, funcionarios en las gerencias de las empresas a las que teóricamente enfrentan en amparo de los trabajadores, desfalcadores de las Obras sociales, especuladores con fondos ajenos, el andamiaje sobre el cual operan los burócratas se desintegra aceleradamente al calor de la crisis y de los avatares por la que atraviesan sus patrones y socios políticos.
Un grupo de viejos carcamanes en proceso de reacomodamiento permanente frente a los diversos gobiernos ajustadores, aparecen frente a las nuevas generaciones obreras, que no alcanzan a entender ni su lenguaje ni sus ornamentos de Rolex en oro sólido, como sujetos incomprensibles y alejados de la realidad que rodea las relaciones productivas. Entre el movimiento obrero comienzan a engendrar mecanismos democráticos de organización y un pasaje a la acción inmediata, para lo cual se impone la necesidad de buscar nuevos representantes que respondan a sus intereses.
La creación de nuevos cuerpos de delegados combativos en algunos gremios históricamente regimentados por el aparato burocrático y el triunfo y la consolidación de listas de trabajadores clasistas en otros, es todo un dato de esta realidad de crisis que indica, además, un rompimiento con la ideología basal del viejo sindicalismo peronista: la denuncia macartista a la “zurda loca” que hoy por hoy, llevada adelante por el núcleo duro de burócratas de tercera o cuarta línea que pululan por los lugares de trabajo, ya no es efectiva en medio de las luchas y recibe un desprecio que se hace cada vez más evidente. Tanto el 40% de los votos en gráficos de la lista Naranja-Bordó. como la preocupación manifiesta de Daer y compañia frente las elecciones en la alimentación el próximo 10 de mayo son una expresión de este proceso de conquistas de posiciones en la recuperación de los sindicatos.
El gobierno intenta un ajuste feroz en contra de los trabajadores, en esto entran los impuestazos, la carestía de los alimentos, el próximo tarifazo en los combustibles y pretende que la reacción obrera quede contenida por los gerontes tradicionales que controlan el aparato sindical.
Por supuesto que el propósito del gobierno cuenta a su favor con esa postura de colaboracionista que es tradicional en la burocracia sindical y con la que mejor se lleva; sin embargo, los burócratas se acercan con algunos resquemores por los informes que reciben desde las fábricas y talleres y que hablan del desarrollo del conflicto por fuera de la regimentación tradicional. Los burócratas dudan entre la amenaza del quite personería y los expedientes judiciales que blande el cristinismo, por un lado, y la reacción de las bases obreras por el otro. Cualquiera de las dos alternativas les puede hacer peligrar el negocio, lo cual los coloca en crisis y en debate con las posturas de ponerle un cepo a las paritarias, exigidas por el kirchnerismo.
Nuevamente, el gobierno, en función de su propia supervivencia, anula estos resquemores de los sindicalistas agitando expedientes judiciales que colocan a los dirigentes en una posición incómoda. Hasta la propia presidenta sugirió que alguien le dijo que hay algunos vivillos de los sindicatos que especulan con la compra-fuga de dólares; esta es una de las virtudes que debemos reconocerle al kirchnerismo: los códigos mafiosos salen por la tv pública y sin demasiados eufemismos.
Claro que esto se hace a la sombra del patriotismo pequeño burgués que debate sobre un spot publicitario y que inunda las pantallas de tv. Poco, muy poco, para la catástrofe que recorre al capitalismo y al fantasma que se le yergue en frente.
- Daniel Cadabón
Especial para Salta Libre