En 1976 el suboficial retirado Amado Osman era un experimentado agente de inteligencia que, sin embargo, no sabía qué pasaba ni siquiera en su propio ámbito de trabajo, el Destacamento de Inteligencia 143, con asiento en Salta. De la denominada lucha contra la subversión, de las muertes y detenciones, solo se enteraba por los diarios.
Este fue, en síntesis, el testimonio que dio ayer un ex agente de inteligencia en la continuidad del proceso por delitos de lesa humanidad en el que se juzga a dos ex militares y cuatro policías por crímenes en perjuicio de 18 personas, entre ellas la desaparición del ex gobernador Miguel Ragone. Osman fue el tercero de tres testigos: antes declararon Jesús Pérez, que integró el gabinete de Ragone, y la abogada e investigadora Mirta Mántaras.
Osman cursó en la Escuela de Inteligencia del Ejército en 1957 y 1958. A principios de 1970 fue destinado al Grupo Adelantado de Inteligencia de Jujuy, y que dependía del Destacamento de Inteligencia 143. En febrero de 1974 fue destinado a la embajada argentina en Venezuela, hasta fines de marzo de 1976 y en abril de ese año ingresó al Destacamento en Salta, donde permaneció hasta marzo de 1980, un paso insulso, si hay que atenerse a sus propias palabras: cumplía funciones en el área de Administración y, atareado en documentación rutinaria, no se enteraba de lo que pasaba a su alrededor, fiel al principio de inteligencia que mandaba “no conocer más allá de lo que no le interesa a uno”.
Según el ex agente, en la Escuela de Inteligencia solo recibió preparación “cultural y de formación”, y tampoco conoció los reglamentos referidos a inteligencia táctica e instrucciones para operaciones de seguridad que el Ejército se dio para llevar adelante su autodenominada “lucha contra la subversión”.
El militar se excusó de responder las preguntas del querellante Matías Duarte, que representa a la familia de Ragone, desaparecido el 6 de marzo de 1976, afirmando que solo podía hablar sobre “las funciones que yo cumplía”, dado que lo demás no lo recordaba.
“Lo que sabía de la subversión era lo que salía en los medios de comunicación”, sostuvo, recurriendo a una excusa reiterada en la provincia desde que ex miembros de las fuerzas que actuaron en la represión comenzaron a ser citados como testigos. Dijo que nunca supo que hubiera personas dinamitadas en la provincia, y que de la matanza de 11 detenidos en el paraje Palomitas supo “únicamente lo que se publicó en los diarios”.
Osman insistió en que en el Destacamento había compartimentos estancos, a tal punto que “una oficina no sabía lo que hacía la otra”. Aseguró que no puede decir cuál era la “función técnica” que cumplía el Destacamento, en cambio sostuvo que la “función militar” era la instrucción de los soldados para la seguridad, aunque en el Destacamento tenían solo “4 o 5 soldados”.
A pesar de su cerrazón, similar a la de otros ex agentes que declararon en este proceso, se le escaparon algunos datos: el Destacamento tenía “algo más de 10 vehículos”, ninguno estaba identificado como del Ejército, “eran vehículos civiles” de varios colores, azules, rojos, blancos, algunos eran Ford Falcon, y el jefe permitía su uso con simples órdenes verbales. Otro dato: el comandante principal de Gendarmería de apellido Brieger, que era retirado y había ingresado al Destacamento como personal civil, cumplía funciones “en la zona de Caballería”, en una dependencia de Inteligencia. Muchos testigos sostienen haber estado detenidos, y haber sido torturados, en dependencias del Ejército, en la zona de Caballería.
- Informe: Elena Corvalán