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El «neofascismo» vernáculo alza su voz

Sabida es la simpatía de los dueños políticos de El Tribuno por el Proceso. El diario de la familia del senador vitalicio Juan Carlos Romero, un devenido del peronismo a un “alza manos” libertario cada vez más notable, se pone la gorra del grupo del negacionismo cotidiano como algunos otros medios hegemónicos nacionales.

Tener armas era normal en esos tiempos

Ragone_Juicio-2.jpgQuien dirigiera uno de los gremios enfrentados al gobierno de Miguel Ragone, el sindicalista Mario Amelunge Vargas, afirmó ayer que “la clase obrera” nunca le hizo una crítica a la línea de gobierno y si bien reconoció que tomaron la casa de Gobierno en septiembre de 1994, aseguró que lo hicieron “para demostrar que también nosotros teníamos fuerza gremial”. Ante la insistencia del fiscal Horacio Azzolín terminó por reconocer que “algunos muchachos tenían armas. Alguno tenía una pistola, (…) era normal en ese momento. Parecía el Far West entonces Salta”.


Seis testigos declararon ayer. Los otros cinco, entre ellos las militantes de derechos humanos Nora Leonard, Cristina Cobos y Blanca Lezcano, se contaron entre los perseguidos en la década del 70 y confirmaron que había espionaje político y se aplicaban torturas. También señalaron al entonces director de Seguridad, Joaquín Guil, como uno de los que encabezaba estas acciones.

Amelunge se mostró fastidiado con su rol de testigo. En 1973 era el secretario general de la UOM Seccional Salta, y fue delegado regional de la CGT desde ese año y hasta el 76. Integró también las 62 Organizaciones Justicialistas. Y estaban muy vinculados al dirigente de la derecha peronista Horacio Bravo Herrera, que “era asesor de la UOM y de la mayoría de los sindicatos” y solía usar su oficina casi como una unidad básica. Entre los dirigentes que lo visitaban asiduamente recordó a Juan Carlos Villamayor.

El sindicalista dijo que al principio las relaciones con Ragone “eran normales” pero “después se fue planteando un problema político ideológico”. Amelunge dijo que les tomaban los sindicatos, había “gente de izquierda que estaba en contra de la CGT”, y que Ragone “se lavaba las manos”. Encima, añadió el testigo, “había gente armada que veíamos en la casa de gobierno” y había “problemas económicos en la provincia, (…) la gente necesitaba soluciones”, y “había represión”.

En realidad los problemas se plantearon bastante rápido, porque a solo cuatro meses de asumido el nuevo mandatario, Amelunge y otros representantes de los sectores conservadores del peronismo y el sindicalismo tomaron la casa de gobierno. Fue el 26 de septiembre de 1974, luego de la misa por el homicidio de José Ignacio Rucci.

“Desde la casa de gobierno (Mitre 23) se burlaban. Estaba el doctor (Enrique) Pfister (Frías, ministro de Gobierno entonces). Mostraba la pistola, se burlaba. Había mucha gente armada”, sostuvo Amelunge. Dijo que no fueron para tomar la casa de gobierno, sino para mostrar que “nosotros también podíamos”.

Insistió en que era una simple manifestación, aunque evadía explicar de qué: “Que también nosotros ideológicamente estábamos en otra. Como el general Perón”, dijo. Aseguró también que no pretendían “matar a nadie ni amenazar a nadie”. Y afirmó que no hicieron planteos a Ragone, que no le exigieron cambios en su gabinete, a pesar de que publicaciones de la época dan cuenta de que ya en julio de 1974 los sindicatos y sectores opositores le pidieron que eliminara “la infiltración” de la izquierda de su gobierno.

En noviembre de 1974, con la intervención al gobierno de Ragone, los sindicatos tuvieron cargos en la gestión de Alejandro Mosquera.

Con el golpe de 1976 Amelunge y otros sindicalistas fueron detenidos y se los sometió a un Consejo de Guerra.

El temible Guil

Nora Leonard, quien sufrió la detención durante más de tres años y es familiar de dos víctimas de la masacre de Palomitas (Celia Leonard y Benjamín Avila), sostuvo que Guil era conocido por la persecución a los militantes y por aplicar torturas. “Era un personaje temible ya en esa época”. El comisario la detuvo el 8 de abril de 1976. La testigo recordó que la interrogó sobre su hermana, ya detenida por entonces. Cuando salió, el certificado de liberación le fue entregado por el Ejército.

Sobre las vinculaciones entre las fuerzas de seguridad, recordó que su hermana fue torturada en la Policía Federal, igual que Evangelina Bota de Nicolai, también asesinada en Palomitas. Sobre la época previa a la dictadura fue coincidente con Cristina Cobos y Blanca Lezcano al afirmar que “se vivía un clima de terror”.

Cobos, hermana y esposa de víctimas de la represión, contó la persecución que sufrió su hermano Enrique Cobos, por parte de Guil. Y acusó otra vez al abogado Jorge Skaf de haber realizado espionaje en 1979 y 1980.

Otros secuestros

Blanca Lezcano contó del allanamiento a su casa encabezado por Joaquín Guil en septiembre de 1975 y relató el secuestro de su padre, el abogado Luis Alejandro Lezcano, cometido el 13 de marzo de 1976 en un operativo similar al de Ragone.

“Este tipo de operativos fue sistemático y bastante extendido territorialmente”, afirmó. El juicio por este hecho se llevará a cabo en breve. Están acusados miembros de la cúpula policial santiagueña, encabezados por el ex jefe de Inteligencia Musa Azar.

Lezcano señaló que los automóviles utilizados en el secuestro de Ragone, el 11 de marzo de 1976, fueron robados en Santiago del Estero y llegaron a Salta sorteando la zona militarizada de Tucumán, donde los controles eran muy frecuentes, algo que fue destacado por otros testigos.

Ambrocio López, militante peronista cercano a Ragone, contó que fue secuestrado la madrugada del 7 de marzo de 1976, cuatro días antes del operativo del que el ex gobernador fue víctima. “Eran del Ejército seguro, porque a uno le decían capitán”, “me hacían preguntas, que si el doctor Ragone era montonero”. Dijo que lo llevaron a la Central de Policía, donde fue torturado por policías durante cinco días.

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